Y el hombre conquistó los cielos...
Era un día terriblemente caluroso, de sol picando a treinta y tres grados centígrados sobre la piel transpirada de la calle. El hombre que quería estar en red caminaba a su departamento, en el cual lo esperarían los hombres de la red.
Al encontrarse con el encargado de la torre, lograron los hombres de la red subir hasta la terraza, el paraíso prohibido en los monolitos de la metrópolis; propiedad de un único amo, el encargado. Es una virtud tal acceso a sus jardines secretos, donde descansan las antenas y los cables. Previamente -y como era de esperarse- el hombre que quería estar en la red tuvo que entablar duras negociaciones con los administradores. Los administradores autorizaron lo imposible.
El hombre que quería estar en red, dejó a los hombres de la red gozar de su pasaje extraordinario, él no estaba incluído en la invitación y sería convocado a su departamento en etapas ulteriores. Mientras descansaba en sus aposentos imaginaba como aquel oásis iluminaría sus ojos.
Impaciencia lo despertó de su reposo, él que duerme debe despertar. La situación lo llevó al borde de la tolerancia humana -si es que algo de humano hay en el-, y lo obligó a hablar con el encargado; quién para él, es el bufón de los administradores. Y en realidad, todos sabemos que el encargado quiere estar a su favor, pero es el control arcano que ejercen los administradores sobre él, lo que se lo impide.
El encargado por causas inexplicables le pidió al hombre que quería estar en la red que hablara con los hombres de la red -que para estos momentos gozaban en la terraza- él hombre que quería estar en la red entendió que implícitamente el encargado le daba acceso temporal al mundo perdido.
Luego de elevarse por las entrañas del monolito, el hombre que quería estar en la red trepó las últimas escaleras y andamios que pocos han tenido el privilegio y contempló el divino paisaje por unos segundos... Y fué testigo además, del rito oculto y sorprendente que los hombres de la red realizan para extender la trama de la red.
El hombre que quería estar en la red miraba el horizonte desde la terraza y vacilaba si la red sería así. Dejó salir un suspiro.
Los personajes
El hombre que quería estar en red: un sujeto desgarbado y silencioso que pasa la mayoria del tiempo pensando en sus anhelos de la red, como el placer recorrería sus fibras mientras la información fluyera. Consumido por el deseo a desarrollado determinadas virtudes. Su virtud más importante es que tiene el poder de convocar a los hombres de la red a gusto y voluntad para que intenten conectarlo cuantas veces lo desee. Aunque estos últimos estarán a merced del encargado e indirectamente de los administradores. Por definición, nunca le prestará atención al encargado. Todo lo que se interpone ante su deseo es un impedimento.
El encargado: el cerbero del monolito, amo y señor de la azotea, glorioso dueño de la llave. Secretamente vive tratando de descrifrar las sensaciones y anhelos del hombre que quería estar en la red, tratando de hacerse notar. El encargado es un mero servidor de los administradores. Se burla de los hombres de la red.
Los administradores: una entidad misteriosa que disfruta con la desilusión del hombre que quería estar en red. Su única finalidad es usar todas la herramientas a su alcance para complicarle la vida. Sufren cuando el hombre que quería estar en la red obtiene lo que quiere (que siempre será estar en la red).
Los hombres de la red: hombres de vasta experiencia, campeones, su virtud es el poder físico para conectar nuevos tramos a la red, a pesar de su fuerza no pueden obviar el control del encargado generalmente comandado por la administracion. Enfrentados a la administración quedarán siempre en ridículo.
Era un día terriblemente caluroso, de sol picando a treinta y tres grados centígrados sobre la piel transpirada de la calle. El hombre que quería estar en red caminaba a su departamento, en el cual lo esperarían los hombres de la red.
Al encontrarse con el encargado de la torre, lograron los hombres de la red subir hasta la terraza, el paraíso prohibido en los monolitos de la metrópolis; propiedad de un único amo, el encargado. Es una virtud tal acceso a sus jardines secretos, donde descansan las antenas y los cables. Previamente -y como era de esperarse- el hombre que quería estar en la red tuvo que entablar duras negociaciones con los administradores. Los administradores autorizaron lo imposible.
El hombre que quería estar en red, dejó a los hombres de la red gozar de su pasaje extraordinario, él no estaba incluído en la invitación y sería convocado a su departamento en etapas ulteriores. Mientras descansaba en sus aposentos imaginaba como aquel oásis iluminaría sus ojos.
Impaciencia lo despertó de su reposo, él que duerme debe despertar. La situación lo llevó al borde de la tolerancia humana -si es que algo de humano hay en el-, y lo obligó a hablar con el encargado; quién para él, es el bufón de los administradores. Y en realidad, todos sabemos que el encargado quiere estar a su favor, pero es el control arcano que ejercen los administradores sobre él, lo que se lo impide.
El encargado por causas inexplicables le pidió al hombre que quería estar en la red que hablara con los hombres de la red -que para estos momentos gozaban en la terraza- él hombre que quería estar en la red entendió que implícitamente el encargado le daba acceso temporal al mundo perdido.
Luego de elevarse por las entrañas del monolito, el hombre que quería estar en la red trepó las últimas escaleras y andamios que pocos han tenido el privilegio y contempló el divino paisaje por unos segundos... Y fué testigo además, del rito oculto y sorprendente que los hombres de la red realizan para extender la trama de la red.
El hombre que quería estar en la red miraba el horizonte desde la terraza y vacilaba si la red sería así. Dejó salir un suspiro.
Los personajes
El hombre que quería estar en red: un sujeto desgarbado y silencioso que pasa la mayoria del tiempo pensando en sus anhelos de la red, como el placer recorrería sus fibras mientras la información fluyera. Consumido por el deseo a desarrollado determinadas virtudes. Su virtud más importante es que tiene el poder de convocar a los hombres de la red a gusto y voluntad para que intenten conectarlo cuantas veces lo desee. Aunque estos últimos estarán a merced del encargado e indirectamente de los administradores. Por definición, nunca le prestará atención al encargado. Todo lo que se interpone ante su deseo es un impedimento.
El encargado: el cerbero del monolito, amo y señor de la azotea, glorioso dueño de la llave. Secretamente vive tratando de descrifrar las sensaciones y anhelos del hombre que quería estar en la red, tratando de hacerse notar. El encargado es un mero servidor de los administradores. Se burla de los hombres de la red.
Los administradores: una entidad misteriosa que disfruta con la desilusión del hombre que quería estar en red. Su única finalidad es usar todas la herramientas a su alcance para complicarle la vida. Sufren cuando el hombre que quería estar en la red obtiene lo que quiere (que siempre será estar en la red).
Los hombres de la red: hombres de vasta experiencia, campeones, su virtud es el poder físico para conectar nuevos tramos a la red, a pesar de su fuerza no pueden obviar el control del encargado generalmente comandado por la administracion. Enfrentados a la administración quedarán siempre en ridículo.
Da mucho placer leerte. Hace rato no disfrutaba de tus virtudes.
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